Alergias, asma, sensibilidad química múltiple, electrosensibilidad, hipersensibilidad al sol, ruido, olores, estrés... diferentes tipos de hipersensibilidad se explican desde el punto de vista de la aproximación de la Higiene Natural como procesos de eliminación extraordinarios, que suceden cuando la carga toxémica del cuerpo es excesiva. En este artículo se explica con detalle dicho proceso y se discute un posible método de desensibilización.
Foto de Shena Tschofen
La teoría sobre la toxemia y el nivel de energía vital como origen de toda enfermedad fue establecida por uno de los principales exponentes de la aproximación llamada higiene natural o ciencia de la vida, el Dr. J. H. Tilden. Desde entonces, ha sido adoptada por todos los médicos y terapeutas del higienismo.
Toxemia
Ya hemos visto que las bacterias oportunistas y las patógenas en nuestro organismo producen toxinas que deben ser expulsadas de nuestro cuerpo, así como los residuos del metabolismo celular.
El Dr. Tilden explica en su libro Toxemia explained (74), «Cuando la eliminación tiene lugar a través de la membrana mucosa de la nariz, se llama resfriado —catarro de la nariz—; y cuando estas crisis se repiten durante años, la membrana mucosa se engruesa y se ulcera, y los huesos se agrandan, cerrando el pasaje, etc. En este estadio se desarrolla la fiebre de heno o asma. Cuando la garganta y amígdalas, o cualquiera de las vías respiratorias, se convierte en la sede de crisis de toxemia, tenemos laringotraqueobronquitis, amigdalitis, faringitis, laringitis, bronquitis, asma, neumonía, etc.». «Todos son síntomas de la expulsión de toxinas de la sangre en diferentes puntos, y son esencialmente del mismo carácter y desarrollándose a partir de una causa —nombrada Toxemia— crisis de toxemia».
«Debería ser obvio lo extraordinariamente ilógico que es tratar un catarro de la nariz como una enfermedad local; o, cuando las crisis son repetidas hasta que se produce una ulceración, y la membrana mucosa se vuelve tan sensible que el polvo y el polen causan estornudos y lagrimeo de los ojos —síntomas llamados fiebre de heno— tratar estos síntomas como un caso diferente causado por el polen».
El Dr. Shelton comenta la similitud entre la tos debida al atragantamiento con la tos de un catarro (28): «En el caso de inspirar una migaja de pastel, los estornudos y tos son obviamente esfuerzos normales y defensivos. ¿Por qué deberían considerarse de manera diferente cuando el esfuerzo está dirigido a la mucosidad de un resfriado, una bronquitis o una neumonía? No debería serlo».
Cuando las vías normales de detoxificación de nuestros sistemas —intestino, pulmones, hígado, riñones, piel— están sobrecargadas, entonces la eliminación de toxinas y todo tipo de elementos perjudiciales debe hacerse por vías extraordinarias. Una de ellas es la oral, mediante mucosidades. Así que la rinitis puede ser el resultado del esfuerzo del organismo de descartar las toxinas, produciendo moco y estornudos.
Esto podría explicar por qué la rinitis es más fuerte por la mañana, cuando el cuerpo expulsa todas las sustancias dañinas que se han ido acumulando durante la noche. Cuantas más toxinas hay —sobre todo cuando cenamos en exceso y de forma no sana— mayor será la cantidad de mucosidad a expulsar.
Como hemos visto en el apartado anterior, la eliminación de toxinas producidas por una alimentación incorrecta a través del sistema respiratorio crea una irritación en la mucosa nasal, la cual origina, a su vez, una hipersensibilidad a toda clase de partículas suspendidas en el aire: humo, perfumes, polen, polvo, pelo de animales, etc. Esto puede explicar la razón por la cual la sensibilidad aumenta si no comemos de manera sana.
Energía nerviosa
¿Cómo llegamos a una situación de toxemia? Tilden argumenta que la reducción de energía nerviosa es la causa de la toxemia. Para entender qué es exactamente la toxemia y cómo una baja energía nerviosa lleva a la situación de toxemia, necesitamos empezar comprendiendo qué es una enfermedad. Tilden lo explica en estos términos:
«Cada enfermedad es una crisis de toxemia; lo cual significa que se ha acumulado en la sangre toxinas por encima del nivel de tolerancia, y la crisis, lo que es llamado una enfermedad —sea un resfriado, gripe, neumonía, cefalea, o fiebre tifoidea— es una eliminación secundaria. La naturaleza se esfuerza en deshacerse de la toxina en el cuerpo. Cualquier tratamiento que obstruya este esfuerzo frustra el esfuerzo de la naturaleza en auto-curarse».
Así que una enfermedad es el modo en que nuestro organismo tiene para curarse de su problema: la toxemia. Y esta procede de un bajo nivel de energía nerviosa; «Sin energía nerviosa las funciones del cuerpo no pueden llevarse a cabo correctamente. El agotamiento de nuestros días causa enervación, lo cual detiene la supresión, y las toxinas retenidas llevan a la toxemia».
Las funciones del cuerpo son la reposición del tejido gastado, la producción de las distintas secreciones del organismo, la eliminación de productos de desecho, etc. «Cualquier cosa que actúa en el cuerpo gasta energía. El frío y el calor requieren un gasto de energía nerviosa», explica Tilden.
Fig. 3.23 Llenado y vaciado de la energía vital
Tilden concluye que «la enervación es la última causa de la enfermedad». Hay un número infinito de tipos de enervación. Por ejemplo: la autoindulgencia o exceso de cualquier clase, como comer demasiado, el uso de estimulantes, las prácticas sexuales excesivas y demasiado trabajo por obligación; un choque, una herida, y demás clases de pensamiento o emoción que es percibido subjetivamente como negativo por la persona que lo sufre; miedo, enfado, envidia, aflicción, etc. Esto es, las costumbres enervantes para el cuerpo y la mente son; la falta de los elementos necesarios para la vida, los malos hábitos y los sucesos percibidos como negativos.
Fig. 3.24 Mecanismo por el que la enervación lleva a la enfermedad
Si la enervación es la causa de las enfermedades, debemos corregir los hábitos de vida enervantes para permitir al organismo curarse. «Descansar de los hábitos enervantes es la única forma de poner la naturaleza en la dirección de la curación. Dormir y descansar el cuerpo y la mente son indispensables para mantener un suministro suficiente de energía. Pocas personas en vida activa descansan suficientemente», añade Tilden.
Los hábitos enervantes son los factores debilitantes que llevan a las hipersensibilidades en personas con una predisposición a este tipo de enfermedades.
Gestión de la toxemia
Hay dos maneras de tratar la toxicidad de procedencia externa e interna al cuerpo: la eliminación y el almacenamiento.
La gestión de la toxicidad por eliminación tiene, a su vez, dos clases: normal y extraordinaria; y también existen dos de gestión por almacenamiento; almacenamiento sin daño y con daño.
En una normal no hay consecuencias importantes para el cuerpo; se utilizan las vías ordinarias de descarte. Pero en una extraordinaria, el organismo realiza un gran esfuerzo, lo cual es trasladado en los síntomas que llamamos enfermedad, como el dolor, inflamación, mucosidad, tos, estornudos, rojez, temperatura elevada, postración, etc. Son señales de una alarma que indican que algo no va bien y debemos parar. El problema es que no escuchamos estas alarmas y las apagamos con medicinas de síntesis o alternativas, y continuamos la acción perjudicial.
En la gestión de la toxicidad del tipo almacenamiento el organismo trata de mantener la toxicidad en un lugar donde no moleste demasiado a las funciones y órganos del cuerpo, como el tejido adiposo —grasa—. Pero si los lugares donde se podría almacenar ya están «llenos», o si debido a la naturaleza de la sustancia tóxica o por cualquier otra razón el organismo decide que no es posible mantener los desechos tóxicos en algún sitio seguro, y tampoco se puede suprimir, entonces, la materia tóxica acabará en lugares donde se produce un daño. Pero, por supuesto, el organismo es tan inteligente que escogerá los menos vitales para el cuerpo, manteniendo los órganos más nobles tan limpios como sea posible. Por citar, preferirá las articulaciones de las rodillas a las articulaciones de la columna vertebral; o los músculos estriados de las extremidades al músculo cardíaco. El sobrepeso y las enfermedades ulcerativas como la colitis, úlceras, esclerosis y otras enfermedades autoinmunes, así como las enfermedades de induración como fibromas, tumores, quistes, arterioesclerosis, cataratas, etc., pueden resultar como consecuencia de esta estrategia de almacenamiento.
Aunque todos tenemos una predisposición genética a alguna de estas clases de gestión de la toxicidad, varias condiciones pueden dirigir el organismo a seleccionar una estrategia diferente. En una misma persona, el organismo decide descartar ciertas sustancias y almacenar otras. Incluso para la misma, el proceso llega a ser distinto según el estado del organismo. Por ejemplo, la medicación o cualquier tipo de remedio para las hipersensibilidades inclinan al organismo a un modo de almacenamiento para parar la eliminación. Con estas medicinas, en lugar de enfermedades inflamatorias o hipersensibilidades a corto plazo, se desarrollan enfermedades ulcerativas o indurativas en el largo plazo.
En general, como veremos en el siguiente apartado, cuando el cuerpo no puede quitar la toxicidad por las vías normales, se almacena hasta que sobrepasa el nivel de tolerancia. Entonces se activa un acto extraordinario de eliminación. Este nivel de tolerancia es dispar para cada persona y cambia a lo largo de la vida.
Nivel de tolerancia y reservas
Tilden explica que «cuando la energía nerviosa disminuye por debajo de lo normal, la supresión de toxinas —un producto natural del metabolismo— se detiene, y se retiene en la sangre, comportando toxemia.
Debería ser obvio que la cantidad de toxinas en la sangre varía en cada individuo, y que el grado de resistencia también es desigual en cada individuo. Una cantidad que causaría una crisis de toxemia en uno no tendría aparentemente ningún efecto en otro».
Shelton se refiere al nivel de toxemia que cada individuo puede tolerar con estas palabras: «Las crisis suelen durar hasta que los factores que producen la enfermedad se han reducido al nivel de tolerancia. Este nivel varía con el individuo y con las condiciones cambiantes del individuo. Por tanto, cuanto mayor vitalidad posee uno, menos materia mórbida su sistema tolerará, y a medida que la vitalidad de una persona con enfermedad crónica vaya aumentando, su punto de tolerancia también aumentará así que tendrá crisis».
Vemos personas que no se alimentan de modo sano, fuman y beben alcohol, pero parecen gozar de buena salud. Por el contrario, otras cuidan su salud, y, aun así, están enfermas frecuentemente. ¿Cómo es posible?
Hay dos respuestas opuestas.
La que sostiene hábitos malsanos es muy fuerte, y resiste todo su estilo de vida incorrecto sin caer enfermo; mientras que la que mantiene hábitos sanos es tan débil que aun cuidando su salud cae enferma. Se supone que si esta última siguiera malos hábitos estaría todavía peor.
Según la aproximación del higienismo de Tilden y Shelton, el individuo con costumbres malsanas tiene un nivel de tolerancia muy alto; es decir, tolera mucha suciedad en su interior antes de comenzar una enfermedad de eliminación. Por otra parte, la persona con costumbres de vida sanas posee un nivel de tolerancia muy bajo, así que una pequeña cantidad de sustancias perjudiciales en su organismo es rechazada inmediatamente. La gente con baja tolerancia suprime elementos dañinos con una crisis o enfermedad de eliminación; mientras que quienes poseen un nivel de tolerancia alto acumulan estas sustancias en su cuerpo, hasta que el organismo considera que es suficiente.
Mi nivel de tolerancia, como todo hipersensible, es extremadamente bajo. Esto puede suponer una ventaja desde el punto de vista científico, porque reacciono ante ínfimas cantidades de sustancias dañinas en poco tiempo, mucho antesde que otras personas las hayan acumulado o dañado sus cuerpos. ¡Somos como un canario en una mina!
El nivel de tolerancia o sensibilidad no es el mismo durante toda la vida. Los niños suelen ser más sensibles y desarrollan enfermedades de eliminación —resfriados, gripes, gastroenteritis, etc.— con mucha más frecuencia que los adultos. A medida que las personas envejecen, los adultos, en general, sufren enfermedades crónicas, las cuales son el resultado del daño producido por la acumulación de sustancias perjudiciales. Shelton afirma (28), «Al principio el cuerpo de una persona joven no tolerará más de dos o tres cigarrillos al día, pero en el curso de unos pocos años, estará fumando dos o más paquetes a diario. Así pues, en la infancia, el cuerpo no tolerará muchas toxinas, sino contraerá crisis frecuentes y las expulsará. Con el paso del tiempo, sin embargo, se construye una mayor tolerancia, y las crisis se vuelven menos frecuentes y menos vigorosas».
Pero en el momento que se deja de tomar lo dañino durante un largo tiempo, el cuerpo se vuelve intolerante y sensible otra vez a esa sustancia. Esto es lo que suele pasar cuando se excluye el gluten o los productos lácteos durante un tiempo. Cuando vuelve a tomarse experimenta una fuerte reacción en forma de diferentes síntomas dependiendo de la persona, mucho más fuertes que antes de dejar de tomarlos.
Fig. 3.25 Gestión del pozo toxémico
En la Fig. 3.25, el pozo toxémico representa la acumulación de sustancias dañinas para el cuerpo —toxinas de la descomposición bacteriana, residuos del metabolismo y tóxicos del exterior—, las cuales se sitúan, en realidad, en distintas partes del organismo: en el líquido intersticial entre las células, en el tejido adiposo, en los órganos, articulaciones, etc. El organismo escoge el mejor lugar según la predisposición genética, la naturaleza de la sustancia, la energía vital disponible, etc.
Los órganos de eliminación necesitan energía nerviosa o vital para realizar el trabajo de vaciar la fosa. Si esta energía es baja, o bien los órganos están sobrecargados, entonces el pozo se llena cada vez más, hasta que alcanza el límite del nivel de tolerancia. Entonces, hay un «sensor» que, al detectar el nivel de toxemia demasiado alto, abre el «tapón» y activa las vías extraordinarias, provocando una crisis o enfermedad aguda —diarrea, mucosidad, inflamación, etc.—, utilizando las reservas de energía nerviosa que el organismo ha guardado para casos de situaciones peligrosas.
Cuando el nivel de toxemia desciende bajo el nivel de tolerancia, las vías extraordinarias detienen la eliminación y, de nuevo, si hay suficiente energía nerviosa o vital, las vías normales entran en funcionamiento. De lo contrario, el cuerpo vuelve a almacenar toxemia de nuevo.
El organismo está tan cansado después de una crisis, porque ha agotado sus reservas de energía, que una gran postración y dolor fuerza a la persona a descansar. Pero si entonces gasta más energía vital de la que obtiene con el descanso, buena alimentación, el sol, etc., puede encontrarse en un serio peligro para su salud.
Shelton explica refiriéndose a la reserva de energía: «El cuerpo busca siempre a mantener una cierta reserva de energía y podemos disponer de esta energía solamente en casos de emergencia para los cuales esta reserva fue almacenada».
«La reserva de capital de energía se mantiene guardado para una emergencia, y mientras sea necesario utilizar esta reserva debido a cada asalto a la salud, para mantener el funcionamiento y la integridad estructural, será suministrado hasta que se agote. Después, si la demanda de energía para mantener el funcionamiento excede el aporte, el órgano u órganos fallarán en sus funciones, y puede comenzar la disfunción funcional» (28).
Muchas personas van muy lejos en el gasto de sus reservas sin ser consciente de ello. Cada vez que tomamos un analgésico, un antiinflamatorio, o simplemente un café, o cualquier otro tipo de estimulante o calmante cuando tenemos una molestia o dolor, que en circunstancias normales nos obligaría a parar toda actividad, entonces estamos explotando nuestras reservas de energía vital. Nuestras vidas apresuradas no nos permiten descansar el tiempo indispensable para recuperarnos, y luego pagamos las consecuencias.
Shelton afirma: «La falta de fuerza que debe preceder el desarrollo de una enfermedad es debido al gasto de fuerza ocasionado largamente por el uso de irritantes y excitantes, estimulantes. De ahí la locura atroz del uso habitual de estimulantes o tónicos de varios tipos, hasta que la economía vital es forzada a mostrar sus señales de dolor y luego emplear los mismos medios en cantidades mayores, u otros de carácter similar y más poderosos, para remediar los daños de la habitual sobreestimulación» (28).
Desensibilización por adaptación
En medicina convencional la desensibilización se realiza mediante la capacidad de adaptación del cuerpo humano.
La naturaleza tiene una alta capacidad de adaptación a cambios lentos en el tiempo, como variaciones de temperatura, humedad, presión, exposición al sol, cantidad de comida, etc.
Cuando las modificaciones en el entorno son suaves, el organismo regula progresivamente sus funciones vitales y se adapta a las nuevas condiciones. Pero incluso si el cambio es lento, si es demasiado importante, la capacidad de adaptación está limitada hasta un cierto punto, así que morirá. Por ejemplo, si la temperatura es muy extrema.
Por otra parte, si son demasiado rápidos, el organismo no podrá amoldarse al nuevo entorno, y para sobrevivir reaccionará, o bien huyendo, o quedando inmóvil. Para ilustrar este fenómeno, considerad la fábula de la rana que se sumerge en agua hirviendo. Si la rana ya se encontraba en el recipiente de agua templada y posteriormente el agua se calienta despacio, entonces la rana se adapta despacio; pero si asciende demasiado, morirá sin oponer resistencia. Por el contrario, si se coloca la rana en agua hirviendo súbitamente, saltará fuera del agua salvando su vida. Aunque se ha demostrado que, de hecho, la rana saltaría fuera del agua en ambos casos, es una buena analogía de la capacidad de adaptación de los seres vivos.
Este comportamiento de la rana se puede aplicar a los humanos, entre otros, con el tabaco. Cuando un no fumador empieza a fumar, el cuerpo reacciona tosiendo y vomitando. Pero cuando hace un cierto tiempo que fuma regularmente, si ha ido aumentando la cantidad diaria de cigarrillos, el organismo ya no reaccionará al tabaco; ha desarrollado una tolerancia o adaptación, por lo que se irá intoxicando progresivamente.
Lo mismo sucede con la mala alimentación que tomamos; el organismo de la mayoría de las personas no rechaza estos productos. Tan solo nosotros, los hipersensibles, las que son diagnosticadas con intolerancias alimentarias o alergias, somos los que rechazamos algunos o todos los productos nocivos. Aunque a veces también reaccionamos contra lo que se considera como agentes inofensivos.
Una forma de conseguir la desensibilización a estos agentes que no suponen un peligro es procurando que el cuerpo desarrolle una lenta adaptación. Este es el procedimiento que utilizan los médicos alergólogos en los tratamientos de desensibilización. Empiezan exponiendo el organismo a una pequeña cantidad de alérgeno, cantidad para la cual la persona no muestra una reacción, y luego van aumentando hasta que pueda tolerar un nivel habitual. Es el mismo caso de la rana que se quema viva… De hecho, se está engañando para que acepte una sustancia que en condiciones normales no toleraría.
Estamos suponiendo que el intelecto humano es más inteligente que la infinita sabiduría de la naturaleza de nuestro organismo. ¿Cómo podemos estar seguros de que el alérgeno no supone ningún peligro? Los médicos insisten en desensibilizar a los niños de los cacahuetes, la proteína de leche de vaca, la proteína de los huevos. Es muy discutible si estos productos son realmente sanos para los humanos; desde mi punto de vista no lo son, como se verá en el siguiente capítulo. Por lo tanto, se está induciendo a que el organismo se adapte a tolerar sustancias perjudiciales.
De la misma manera, cuando el tratamiento está dirigido a la desensibilización al pelo de los animales, el polvo, una picada de abeja, los ácaros, el polen, etc., ¿cómo estar seguros de que son tan inofensivos para las personas hipersensibles? Si el organismo tuviera la capacidad de eliminarlos por las vías normales lo haría; si utiliza vías extraordinarias significa que no tiene ningún modo mejor de hacerlo. Forzando la tolerancia no ayudamos al cuerpo a utilizar las vías habituales de descarte, porque la toxemia y la enervación no ha disminuido con el tratamiento. Lo que el tratamiento consigue es que el organismo se incline hacia un modo de almacenamiento en vez de eliminación, lo cual puede comportar enfermedades crónicas a largo plazo.
Albert Mósseri, higienista francés, enfatiza en su libro La nutrition hygiéniste (75): «Es hora de acabar con este engaño sobre la adaptación y la tolerancia del cuerpo humano. Es un doble lenguaje, una característica de la medicina. Es tiempo de comprender que lo que se llama adaptación es una ilusión y una decepción. La persona que fuma tabaco o que bebe alcohol desde hace tiempo, ¿se ha adaptado a estos venenos, hasta el punto de la tolerancia? La persona que come carne, pescado, pan y granos, ¿se ha adaptado a esta comida? ¿Los tolera? ¿A qué coste?».
Las personas hipersensibles tenemos una baja capacidad de adaptación comparada con otras. Una súbita exposición a una gran cantidad de ciertos agentes sensibiliza el organismo contra estos.
Vivimos en un mundo donde tenemos que afrontar muy a menudo cambios drásticos en la composición del aire. El aire de nuestras casas es diferente del exterior; lo mismo sucede con el del coche y en la oficina, debido a las sustancias que se liberan de los muebles, tapicería, productos de limpieza, etc. Y cuando viajamos, nos exponemos a muchos cambios bruscos de ambiente.
Creo que las alergias respiratorias son consecuencia de una falta de adaptación a los cambios en el aire.
En mi caso, en primavera, la fiebre de heno empieza al entrar y salir del coche, o al viajar largas distancias. Pero al transcurrir un cierto tiempo en el mismo lugar —puede ser una hora o más— mi organismo se adapta despacio al nuevo entorno, y la alergia va mermando hasta que para.
Muchas personas que sufren rinitis declaran que comienzan una crisis en el momento que entran o salen de una tienda, un edificio o una casa.
En la naturaleza, no estaríamos expuestos a estos súbitos cambios de ambiente. El polen en el aire aumenta progresivamente en un entorno natural, así que los animales son capaces de adaptarse despacio.
Nuestro organismo reacciona contra los cambios. Una buena reactividad a un repentino entorno hostil puede salvar la vida en muchos casos, como en la rana sumergida en agua hirviendo. Probablemente, un compromiso entre una adaptación y una reacción sería óptimo.
¿Por qué los hipersensibles tenemos un nivel de adaptación tan bajo? Una explicación es que hay una predeterminación genética sobre la estrategia que un organismo desarrollará frente a una condición que cambia repentinamente; si se rebelará contra ella o si la aceptará.
Como se ha visto en la teoría de la toxemia, los factores debilitantes o enervantes sobrecargan las vías normales de eliminación, por lo que necesitamos recurrir a las vías extraordinarias cuando estamos expuestos a ciertos agentes, lo cual se manifiesta como una reactividad. Según esta hipótesis, podríamos desensibilizarnos reduciendo la toxemia.
Desensibilización por reducción de la toxemia
Las personas hipersensibles tienen, en general, un nivel de tolerancia muy bajo, pero, aun así, es posible rebajar la hipersensibilidad.
Yo logré hacerlo. He padecido SQM (sensibilidad química múltiple) durante muchos años, pero ahora ya no sufro esta condición, siempre y cuando siga un estilo de vida sano. Todas las alergias e hipersensibilidades que tenía desde pequeña han desaparecido prácticamente por completo.
Lo que hace posible disminuir la sensibilidad es la reducción de la toxemia, la cual es posible controlar. Si se mantiene bajo un cierto nivel, entonces podemos hacer frente a los agentes externos a los cuales somos sensibles más fácilmente, porque el cuerpo no está ocupado con la eliminación de la carga toxémica diaria, y puede disponer de mayor energía vital para suprimir los agentes alérgenos.
Es decir, no controlamos, hasta cierto punto, el entorno o los factores desencadenantes: el polen, el polvo, los productos químicos, el ruido, la contaminación, el humo, etc. Pero sí los elementos debilitantes; lo que comemos, el ejercicio que practicamos, las horas que dormimos, etc. Si mejoramos nuestro estilo de vida y la nutrición, entonces somos capaces de hacer frente con menos dificultad las adversidades de la vida. Y lo mismo se aplica desde el punto de vista emocional; no controlamos las acciones y palabras de otras personas, pero podemos aumentar nuestra resistencia frente a sus agresiones.
Impacto de otros factores. Los límites de la nutrición
En higiene natural se considera que hay muchas causas, además de la nutrición, que juegan un papel importante en el estado de nuestra salud. Por ejemplo, el Dr. Klein menciona treinta elementos, que se encuentran en su libro Self healing colitis & Crohn’s (76).
Variar los hábitos alimenticios es uno de los pasos que tiene un efecto positivo más importante en el nivel de energía vital, pero hay muchos otros elementos que poseen un fuerte impacto negativo, de forma que todos los esfuerzos realizados en la mejora de la nutrición pueden ser en vano.
Un ejemplo de esta situación es el caso de un niño llamado Neil. Sus padres me consultaron porque sufría fuertes crisis asmáticas de manera casi diaria, y la mayoría de ellas acababan en el hospital. Por supuesto, estaban asociadas con problemas gastroenterológicos como reflujo gastroesofágico, dolor de vientre, inflamación, flatulencia, heces descompuestas y también insomnio, desórdenes del comportamiento, dermatitis, dolor de cabeza, de espalda y fatiga.
Después de seguir los cambios realizados en su alimentación que le indiqué, la mejora aún no era satisfactoria. Tan solo había reducido ligeramente su dermatitis, fatiga y dolores.
Creo que la nutrición no dio los resultados esperados porque estaba tomando medicinas para el asma a diario. Las medicinas añaden tanta toxemia que la cantidad de energía vital empleada para eliminarlas del cuerpo es inmensa, y no queda prácticamente energía vital para la realizar la digestión. Entonces, toda la comida que se toma, incluso si es sana, se convierte en desechos que aumentan todavía más la toxemia. Además, el malestar de la eliminación impide tener un buen descanso y sueño, lo cual mengua, a su vez, la energía vital. Es un ciclo que desafortunadamente no pudimos romper. La única solución era o bien discontinuar la medicación o hacer un ayuno, pero ninguna de las dos opciones podría ser contempladas, porque pueden desencadenar problemas con el sector médico, y porque, de todos modos, los padres lo rechazarían.
Algunas toxicidades, como la que procede de las medicinas, produce un daño tan importante en la salud, aumentando la toxemia a niveles tan elevados, que cualquier esfuerzo de mejorar la salud no obtiene resultados visibles.
Me he encontrado en esta situación en otros casos: tiroiditis de Hashimoto, epilepsia e hipertensión. En todos ellos, la persona se encontraba bajo una medicación que impedía cualquier mejora a través de la nutrición.
Se comprende mejor esta limitación con un ejemplo matemático. Imaginad que seguir una alimentación ideal mejora la salud en cien puntos y tomar una medicina la empeora en un millón. Está claro que el impacto de una buena nutrición no será perceptible mientras se esté tomando la medicación. Lo mismo sucede con cualquiera de los factores debilitantes que tienen un impacto importante sobre la salud.
El ayuno
«El ayuno: El mejor remedio de la naturaleza», Albert Mosséri (77).
El ayuno es, sin duda, el mejor método para sanar la mayoría de enfermedades; se ha demostrado ya su efectividad (78, 79, 80).
Personalmente, nunca he ayunado durante más de cuarenta y ocho horas. Pero si alguna vez sufriera una enfermedad grave, creo que el ayuno será mi primera opción.
Orienté en una ocasión a una persona en un ayuno hídrico prolongado de veinte días —sin comer, solo agua—, y no obtuvimos los resultados esperados. No soy partidaria de ayunar si no es realmente necesario, debido al gran sacrificio que representa, a menos que ella esté convencida de hacerlo.
Las personas hipersensibles no necesitan hacer ayunos prolongados, normalmente, de más de dos días, porque las hipersensibilidades se dan como consecuencia de tener un sistema inmune y un sistema de detoxificación que son hiperactivos. Nosotros no almacenamos toxicidad en nuestro cuerpo, sino que el organismo encuentra vías alternativas para deshacerse de las sustancias perjudiciales; incluso algunas inocuas también son atacadas por nuestro sistema para ser expulsadas.
Así que no necesitamos tratamiento de detoxificación de ningún tipo: juicing, hidroterapia, hierbas, ayuno, etc. Nuestro organismo se desintoxica de forma natural, ¡incluso a veces en exceso! Podríamos decir que es como si nuestro organismo estuviera obsesionado con la limpieza; no es por casualidad que muchos de nosotros tenemos manías con la limpieza y el orden…
Cualquier terapia de desintoxicación va a empeorar más nuestras sensibilidades.
La clase de ayuno que practico regularmente, y que aconsejo hacer, es el ayuno intermitente. La mayoría de los días tomo una comida al día, entre las 12 p. m. y las 4 p. m. Creo que este horario es el que resulta mejor para la salud, según mi experiencia. Cuando aumento el número de comidas a dos veces al día, por ejemplo, incluso si distribuyo la misma comida entre las dos, mi descanso nocturno se ve perjudicado y no me siento tan bien al día siguiente; empezando con rinitis por la mañana.
Descansar y dormir
Tenemos la idea equivocada de que la comida nos suministra energía, pero esto no es correcto. El Dr. Douglas Graham explica muy bien la diferencia entre energía y combustible:
«En la ciencia de la salud […] el término “energía” se define como una corriente eléctrica de bajo voltaje producido por nuestro cerebro durante el sueño, la cual corre por nuestro cuerpo vía el sistema nervioso (también conocido como energía nerviosa vital). Cuando se está despierto, se utiliza la energía nerviosa más rápidamente de lo que el cerebro puede producir. Por lo tanto, al final la energía se agota. Después de procurar un tiempo apropiado de sueño, uno se despierta recargado y lleno de energía nerviosa.
Por otro lado, la comida se refiere como “combustible”. Necesitamos consumir combustible por tres razones principales: nutrición, hidratación y placer. Mediante el proceso de digestión, quemamos combustible (comida) parar liberar su propia energía potencial y utilizarlo para nosotros. Durante este complicado proceso, obtenemos una ganancia neta de energía utilizando nuestra propia energía nerviosa para liberar el potencial en la comida».
Así que la energía liberada por la comida y la suministrada por el descanso y sueño es diferente; una no reemplaza la otra.
La mejor medicina a la que recurría para aliviar una crisis alérgica era tomar un descanso. A veces, cinco minutos eran suficientes para cortar un ataque de alergia, otras, necesitaba más tiempo y tenía que repetirlo varias veces al día. Es muy importante que durante el descanso los ojos estén cerrados; no es necesario entrar en meditación, pero sí relajarse.
Puedo imaginar diversas explicaciones al hecho de que descansar sea tan buen remedio:
Cerrando los ojos y no haciendo nada permite una reducción del gasto de energía, lo cual hace aumentar la energía vital y, por lo tanto, reducir la toxemia.
Descansando el cuerpo, el sistema inmune y los sentidos descansan, como sucede cuando dormimos. Todas las actividades de la vida son más o menos estresantes y esto lleva a un sistema inmune hiperactivo en personas hipersensibles.
Los hipersensibles son muy sensibles al mundo; es como si el mundo nos «hiriera». Cuando apagamos la percepción con nuestros sentidos nos sentimos mejor. Además, dedicamos más energía al sistema nervioso y gastamos una gran cantidad en el procesado de la información que procede del mundo por los sentidos, sobre todo con las imágenes. Este alto procesado nos proporciona una muy buena percepción, con muchos detalles, y somos capaces de prestar atención a muchos sucesos que se dan al mismo tiempo. Pero esto es a costa de una gran cantidad de energía vital, la cual no está disponible para otros procesos fisiológicos, como la neutralización y supresión de la toxemia mediante las vías normales de eliminación.
Toxemia
Ya hemos visto que las bacterias oportunistas y las patógenas en nuestro organismo producen toxinas que deben ser expulsadas de nuestro cuerpo, así como los residuos del metabolismo celular.
El Dr. Tilden explica en su libro Toxemia explained (74), «Cuando la eliminación tiene lugar a través de la membrana mucosa de la nariz, se llama resfriado —catarro de la nariz—; y cuando estas crisis se repiten durante años, la membrana mucosa se engruesa y se ulcera, y los huesos se agrandan, cerrando el pasaje, etc. En este estadio se desarrolla la fiebre de heno o asma. Cuando la garganta y amígdalas, o cualquiera de las vías respiratorias, se convierte en la sede de crisis de toxemia, tenemos laringotraqueobronquitis, amigdalitis, faringitis, laringitis, bronquitis, asma, neumonía, etc.». «Todos son síntomas de la expulsión de toxinas de la sangre en diferentes puntos, y son esencialmente del mismo carácter y desarrollándose a partir de una causa —nombrada Toxemia— crisis de toxemia».
«Debería ser obvio lo extraordinariamente ilógico que es tratar un catarro de la nariz como una enfermedad local; o, cuando las crisis son repetidas hasta que se produce una ulceración, y la membrana mucosa se vuelve tan sensible que el polvo y el polen causan estornudos y lagrimeo de los ojos —síntomas llamados fiebre de heno— tratar estos síntomas como un caso diferente causado por el polen».
El Dr. Shelton comenta la similitud entre la tos debida al atragantamiento con la tos de un catarro (28): «En el caso de inspirar una migaja de pastel, los estornudos y tos son obviamente esfuerzos normales y defensivos. ¿Por qué deberían considerarse de manera diferente cuando el esfuerzo está dirigido a la mucosidad de un resfriado, una bronquitis o una neumonía? No debería serlo».
Cuando las vías normales de detoxificación de nuestros sistemas —intestino, pulmones, hígado, riñones, piel— están sobrecargadas, entonces la eliminación de toxinas y todo tipo de elementos perjudiciales debe hacerse por vías extraordinarias. Una de ellas es la oral, mediante mucosidades. Así que la rinitis puede ser el resultado del esfuerzo del organismo de descartar las toxinas, produciendo moco y estornudos.
Esto podría explicar por qué la rinitis es más fuerte por la mañana, cuando el cuerpo expulsa todas las sustancias dañinas que se han ido acumulando durante la noche. Cuantas más toxinas hay —sobre todo cuando cenamos en exceso y de forma no sana— mayor será la cantidad de mucosidad a expulsar.
Como hemos visto en el apartado anterior, la eliminación de toxinas producidas por una alimentación incorrecta a través del sistema respiratorio crea una irritación en la mucosa nasal, la cual origina, a su vez, una hipersensibilidad a toda clase de partículas suspendidas en el aire: humo, perfumes, polen, polvo, pelo de animales, etc. Esto puede explicar la razón por la cual la sensibilidad aumenta si no comemos de manera sana.
Energía nerviosa
¿Cómo llegamos a una situación de toxemia? Tilden argumenta que la reducción de energía nerviosa es la causa de la toxemia. Para entender qué es exactamente la toxemia y cómo una baja energía nerviosa lleva a la situación de toxemia, necesitamos empezar comprendiendo qué es una enfermedad. Tilden lo explica en estos términos:
«Cada enfermedad es una crisis de toxemia; lo cual significa que se ha acumulado en la sangre toxinas por encima del nivel de tolerancia, y la crisis, lo que es llamado una enfermedad —sea un resfriado, gripe, neumonía, cefalea, o fiebre tifoidea— es una eliminación secundaria. La naturaleza se esfuerza en deshacerse de la toxina en el cuerpo. Cualquier tratamiento que obstruya este esfuerzo frustra el esfuerzo de la naturaleza en auto-curarse».
Así que una enfermedad es el modo en que nuestro organismo tiene para curarse de su problema: la toxemia. Y esta procede de un bajo nivel de energía nerviosa; «Sin energía nerviosa las funciones del cuerpo no pueden llevarse a cabo correctamente. El agotamiento de nuestros días causa enervación, lo cual detiene la supresión, y las toxinas retenidas llevan a la toxemia».
Las funciones del cuerpo son la reposición del tejido gastado, la producción de las distintas secreciones del organismo, la eliminación de productos de desecho, etc. «Cualquier cosa que actúa en el cuerpo gasta energía. El frío y el calor requieren un gasto de energía nerviosa», explica Tilden.
Fig. 3.23 Llenado y vaciado de la energía vital
Tilden concluye que «la enervación es la última causa de la enfermedad». Hay un número infinito de tipos de enervación. Por ejemplo: la autoindulgencia o exceso de cualquier clase, como comer demasiado, el uso de estimulantes, las prácticas sexuales excesivas y demasiado trabajo por obligación; un choque, una herida, y demás clases de pensamiento o emoción que es percibido subjetivamente como negativo por la persona que lo sufre; miedo, enfado, envidia, aflicción, etc. Esto es, las costumbres enervantes para el cuerpo y la mente son; la falta de los elementos necesarios para la vida, los malos hábitos y los sucesos percibidos como negativos.
Fig. 3.24 Mecanismo por el que la enervación lleva a la enfermedad
Si la enervación es la causa de las enfermedades, debemos corregir los hábitos de vida enervantes para permitir al organismo curarse. «Descansar de los hábitos enervantes es la única forma de poner la naturaleza en la dirección de la curación. Dormir y descansar el cuerpo y la mente son indispensables para mantener un suministro suficiente de energía. Pocas personas en vida activa descansan suficientemente», añade Tilden.
Los hábitos enervantes son los factores debilitantes que llevan a las hipersensibilidades en personas con una predisposición a este tipo de enfermedades.
Gestión de la toxemia
Hay dos maneras de tratar la toxicidad de procedencia externa e interna al cuerpo: la eliminación y el almacenamiento.
La gestión de la toxicidad por eliminación tiene, a su vez, dos clases: normal y extraordinaria; y también existen dos de gestión por almacenamiento; almacenamiento sin daño y con daño.
En una normal no hay consecuencias importantes para el cuerpo; se utilizan las vías ordinarias de descarte. Pero en una extraordinaria, el organismo realiza un gran esfuerzo, lo cual es trasladado en los síntomas que llamamos enfermedad, como el dolor, inflamación, mucosidad, tos, estornudos, rojez, temperatura elevada, postración, etc. Son señales de una alarma que indican que algo no va bien y debemos parar. El problema es que no escuchamos estas alarmas y las apagamos con medicinas de síntesis o alternativas, y continuamos la acción perjudicial.
En la gestión de la toxicidad del tipo almacenamiento el organismo trata de mantener la toxicidad en un lugar donde no moleste demasiado a las funciones y órganos del cuerpo, como el tejido adiposo —grasa—. Pero si los lugares donde se podría almacenar ya están «llenos», o si debido a la naturaleza de la sustancia tóxica o por cualquier otra razón el organismo decide que no es posible mantener los desechos tóxicos en algún sitio seguro, y tampoco se puede suprimir, entonces, la materia tóxica acabará en lugares donde se produce un daño. Pero, por supuesto, el organismo es tan inteligente que escogerá los menos vitales para el cuerpo, manteniendo los órganos más nobles tan limpios como sea posible. Por citar, preferirá las articulaciones de las rodillas a las articulaciones de la columna vertebral; o los músculos estriados de las extremidades al músculo cardíaco. El sobrepeso y las enfermedades ulcerativas como la colitis, úlceras, esclerosis y otras enfermedades autoinmunes, así como las enfermedades de induración como fibromas, tumores, quistes, arterioesclerosis, cataratas, etc., pueden resultar como consecuencia de esta estrategia de almacenamiento.
Aunque todos tenemos una predisposición genética a alguna de estas clases de gestión de la toxicidad, varias condiciones pueden dirigir el organismo a seleccionar una estrategia diferente. En una misma persona, el organismo decide descartar ciertas sustancias y almacenar otras. Incluso para la misma, el proceso llega a ser distinto según el estado del organismo. Por ejemplo, la medicación o cualquier tipo de remedio para las hipersensibilidades inclinan al organismo a un modo de almacenamiento para parar la eliminación. Con estas medicinas, en lugar de enfermedades inflamatorias o hipersensibilidades a corto plazo, se desarrollan enfermedades ulcerativas o indurativas en el largo plazo.
En general, como veremos en el siguiente apartado, cuando el cuerpo no puede quitar la toxicidad por las vías normales, se almacena hasta que sobrepasa el nivel de tolerancia. Entonces se activa un acto extraordinario de eliminación. Este nivel de tolerancia es dispar para cada persona y cambia a lo largo de la vida.
Nivel de tolerancia y reservas
Tilden explica que «cuando la energía nerviosa disminuye por debajo de lo normal, la supresión de toxinas —un producto natural del metabolismo— se detiene, y se retiene en la sangre, comportando toxemia.
Debería ser obvio que la cantidad de toxinas en la sangre varía en cada individuo, y que el grado de resistencia también es desigual en cada individuo. Una cantidad que causaría una crisis de toxemia en uno no tendría aparentemente ningún efecto en otro».
Shelton se refiere al nivel de toxemia que cada individuo puede tolerar con estas palabras: «Las crisis suelen durar hasta que los factores que producen la enfermedad se han reducido al nivel de tolerancia. Este nivel varía con el individuo y con las condiciones cambiantes del individuo. Por tanto, cuanto mayor vitalidad posee uno, menos materia mórbida su sistema tolerará, y a medida que la vitalidad de una persona con enfermedad crónica vaya aumentando, su punto de tolerancia también aumentará así que tendrá crisis».
Vemos personas que no se alimentan de modo sano, fuman y beben alcohol, pero parecen gozar de buena salud. Por el contrario, otras cuidan su salud, y, aun así, están enfermas frecuentemente. ¿Cómo es posible?
Hay dos respuestas opuestas.
La que sostiene hábitos malsanos es muy fuerte, y resiste todo su estilo de vida incorrecto sin caer enfermo; mientras que la que mantiene hábitos sanos es tan débil que aun cuidando su salud cae enferma. Se supone que si esta última siguiera malos hábitos estaría todavía peor.
Según la aproximación del higienismo de Tilden y Shelton, el individuo con costumbres malsanas tiene un nivel de tolerancia muy alto; es decir, tolera mucha suciedad en su interior antes de comenzar una enfermedad de eliminación. Por otra parte, la persona con costumbres de vida sanas posee un nivel de tolerancia muy bajo, así que una pequeña cantidad de sustancias perjudiciales en su organismo es rechazada inmediatamente. La gente con baja tolerancia suprime elementos dañinos con una crisis o enfermedad de eliminación; mientras que quienes poseen un nivel de tolerancia alto acumulan estas sustancias en su cuerpo, hasta que el organismo considera que es suficiente.
Mi nivel de tolerancia, como todo hipersensible, es extremadamente bajo. Esto puede suponer una ventaja desde el punto de vista científico, porque reacciono ante ínfimas cantidades de sustancias dañinas en poco tiempo, mucho antesde que otras personas las hayan acumulado o dañado sus cuerpos. ¡Somos como un canario en una mina!
El nivel de tolerancia o sensibilidad no es el mismo durante toda la vida. Los niños suelen ser más sensibles y desarrollan enfermedades de eliminación —resfriados, gripes, gastroenteritis, etc.— con mucha más frecuencia que los adultos. A medida que las personas envejecen, los adultos, en general, sufren enfermedades crónicas, las cuales son el resultado del daño producido por la acumulación de sustancias perjudiciales. Shelton afirma (28), «Al principio el cuerpo de una persona joven no tolerará más de dos o tres cigarrillos al día, pero en el curso de unos pocos años, estará fumando dos o más paquetes a diario. Así pues, en la infancia, el cuerpo no tolerará muchas toxinas, sino contraerá crisis frecuentes y las expulsará. Con el paso del tiempo, sin embargo, se construye una mayor tolerancia, y las crisis se vuelven menos frecuentes y menos vigorosas».
Pero en el momento que se deja de tomar lo dañino durante un largo tiempo, el cuerpo se vuelve intolerante y sensible otra vez a esa sustancia. Esto es lo que suele pasar cuando se excluye el gluten o los productos lácteos durante un tiempo. Cuando vuelve a tomarse experimenta una fuerte reacción en forma de diferentes síntomas dependiendo de la persona, mucho más fuertes que antes de dejar de tomarlos.
Fig. 3.25 Gestión del pozo toxémico
En la Fig. 3.25, el pozo toxémico representa la acumulación de sustancias dañinas para el cuerpo —toxinas de la descomposición bacteriana, residuos del metabolismo y tóxicos del exterior—, las cuales se sitúan, en realidad, en distintas partes del organismo: en el líquido intersticial entre las células, en el tejido adiposo, en los órganos, articulaciones, etc. El organismo escoge el mejor lugar según la predisposición genética, la naturaleza de la sustancia, la energía vital disponible, etc.
Los órganos de eliminación necesitan energía nerviosa o vital para realizar el trabajo de vaciar la fosa. Si esta energía es baja, o bien los órganos están sobrecargados, entonces el pozo se llena cada vez más, hasta que alcanza el límite del nivel de tolerancia. Entonces, hay un «sensor» que, al detectar el nivel de toxemia demasiado alto, abre el «tapón» y activa las vías extraordinarias, provocando una crisis o enfermedad aguda —diarrea, mucosidad, inflamación, etc.—, utilizando las reservas de energía nerviosa que el organismo ha guardado para casos de situaciones peligrosas.
Cuando el nivel de toxemia desciende bajo el nivel de tolerancia, las vías extraordinarias detienen la eliminación y, de nuevo, si hay suficiente energía nerviosa o vital, las vías normales entran en funcionamiento. De lo contrario, el cuerpo vuelve a almacenar toxemia de nuevo.
El organismo está tan cansado después de una crisis, porque ha agotado sus reservas de energía, que una gran postración y dolor fuerza a la persona a descansar. Pero si entonces gasta más energía vital de la que obtiene con el descanso, buena alimentación, el sol, etc., puede encontrarse en un serio peligro para su salud.
Shelton explica refiriéndose a la reserva de energía: «El cuerpo busca siempre a mantener una cierta reserva de energía y podemos disponer de esta energía solamente en casos de emergencia para los cuales esta reserva fue almacenada».
«La reserva de capital de energía se mantiene guardado para una emergencia, y mientras sea necesario utilizar esta reserva debido a cada asalto a la salud, para mantener el funcionamiento y la integridad estructural, será suministrado hasta que se agote. Después, si la demanda de energía para mantener el funcionamiento excede el aporte, el órgano u órganos fallarán en sus funciones, y puede comenzar la disfunción funcional» (28).
Muchas personas van muy lejos en el gasto de sus reservas sin ser consciente de ello. Cada vez que tomamos un analgésico, un antiinflamatorio, o simplemente un café, o cualquier otro tipo de estimulante o calmante cuando tenemos una molestia o dolor, que en circunstancias normales nos obligaría a parar toda actividad, entonces estamos explotando nuestras reservas de energía vital. Nuestras vidas apresuradas no nos permiten descansar el tiempo indispensable para recuperarnos, y luego pagamos las consecuencias.
Shelton afirma: «La falta de fuerza que debe preceder el desarrollo de una enfermedad es debido al gasto de fuerza ocasionado largamente por el uso de irritantes y excitantes, estimulantes. De ahí la locura atroz del uso habitual de estimulantes o tónicos de varios tipos, hasta que la economía vital es forzada a mostrar sus señales de dolor y luego emplear los mismos medios en cantidades mayores, u otros de carácter similar y más poderosos, para remediar los daños de la habitual sobreestimulación» (28).
Desensibilización por adaptación
En medicina convencional la desensibilización se realiza mediante la capacidad de adaptación del cuerpo humano.
La naturaleza tiene una alta capacidad de adaptación a cambios lentos en el tiempo, como variaciones de temperatura, humedad, presión, exposición al sol, cantidad de comida, etc.
Cuando las modificaciones en el entorno son suaves, el organismo regula progresivamente sus funciones vitales y se adapta a las nuevas condiciones. Pero incluso si el cambio es lento, si es demasiado importante, la capacidad de adaptación está limitada hasta un cierto punto, así que morirá. Por ejemplo, si la temperatura es muy extrema.
Por otra parte, si son demasiado rápidos, el organismo no podrá amoldarse al nuevo entorno, y para sobrevivir reaccionará, o bien huyendo, o quedando inmóvil. Para ilustrar este fenómeno, considerad la fábula de la rana que se sumerge en agua hirviendo. Si la rana ya se encontraba en el recipiente de agua templada y posteriormente el agua se calienta despacio, entonces la rana se adapta despacio; pero si asciende demasiado, morirá sin oponer resistencia. Por el contrario, si se coloca la rana en agua hirviendo súbitamente, saltará fuera del agua salvando su vida. Aunque se ha demostrado que, de hecho, la rana saltaría fuera del agua en ambos casos, es una buena analogía de la capacidad de adaptación de los seres vivos.
Este comportamiento de la rana se puede aplicar a los humanos, entre otros, con el tabaco. Cuando un no fumador empieza a fumar, el cuerpo reacciona tosiendo y vomitando. Pero cuando hace un cierto tiempo que fuma regularmente, si ha ido aumentando la cantidad diaria de cigarrillos, el organismo ya no reaccionará al tabaco; ha desarrollado una tolerancia o adaptación, por lo que se irá intoxicando progresivamente.
Lo mismo sucede con la mala alimentación que tomamos; el organismo de la mayoría de las personas no rechaza estos productos. Tan solo nosotros, los hipersensibles, las que son diagnosticadas con intolerancias alimentarias o alergias, somos los que rechazamos algunos o todos los productos nocivos. Aunque a veces también reaccionamos contra lo que se considera como agentes inofensivos.
Una forma de conseguir la desensibilización a estos agentes que no suponen un peligro es procurando que el cuerpo desarrolle una lenta adaptación. Este es el procedimiento que utilizan los médicos alergólogos en los tratamientos de desensibilización. Empiezan exponiendo el organismo a una pequeña cantidad de alérgeno, cantidad para la cual la persona no muestra una reacción, y luego van aumentando hasta que pueda tolerar un nivel habitual. Es el mismo caso de la rana que se quema viva… De hecho, se está engañando para que acepte una sustancia que en condiciones normales no toleraría.
Estamos suponiendo que el intelecto humano es más inteligente que la infinita sabiduría de la naturaleza de nuestro organismo. ¿Cómo podemos estar seguros de que el alérgeno no supone ningún peligro? Los médicos insisten en desensibilizar a los niños de los cacahuetes, la proteína de leche de vaca, la proteína de los huevos. Es muy discutible si estos productos son realmente sanos para los humanos; desde mi punto de vista no lo son, como se verá en el siguiente capítulo. Por lo tanto, se está induciendo a que el organismo se adapte a tolerar sustancias perjudiciales.
De la misma manera, cuando el tratamiento está dirigido a la desensibilización al pelo de los animales, el polvo, una picada de abeja, los ácaros, el polen, etc., ¿cómo estar seguros de que son tan inofensivos para las personas hipersensibles? Si el organismo tuviera la capacidad de eliminarlos por las vías normales lo haría; si utiliza vías extraordinarias significa que no tiene ningún modo mejor de hacerlo. Forzando la tolerancia no ayudamos al cuerpo a utilizar las vías habituales de descarte, porque la toxemia y la enervación no ha disminuido con el tratamiento. Lo que el tratamiento consigue es que el organismo se incline hacia un modo de almacenamiento en vez de eliminación, lo cual puede comportar enfermedades crónicas a largo plazo.
Albert Mósseri, higienista francés, enfatiza en su libro La nutrition hygiéniste (75): «Es hora de acabar con este engaño sobre la adaptación y la tolerancia del cuerpo humano. Es un doble lenguaje, una característica de la medicina. Es tiempo de comprender que lo que se llama adaptación es una ilusión y una decepción. La persona que fuma tabaco o que bebe alcohol desde hace tiempo, ¿se ha adaptado a estos venenos, hasta el punto de la tolerancia? La persona que come carne, pescado, pan y granos, ¿se ha adaptado a esta comida? ¿Los tolera? ¿A qué coste?».
Las personas hipersensibles tenemos una baja capacidad de adaptación comparada con otras. Una súbita exposición a una gran cantidad de ciertos agentes sensibiliza el organismo contra estos.
Vivimos en un mundo donde tenemos que afrontar muy a menudo cambios drásticos en la composición del aire. El aire de nuestras casas es diferente del exterior; lo mismo sucede con el del coche y en la oficina, debido a las sustancias que se liberan de los muebles, tapicería, productos de limpieza, etc. Y cuando viajamos, nos exponemos a muchos cambios bruscos de ambiente.
Creo que las alergias respiratorias son consecuencia de una falta de adaptación a los cambios en el aire.
En mi caso, en primavera, la fiebre de heno empieza al entrar y salir del coche, o al viajar largas distancias. Pero al transcurrir un cierto tiempo en el mismo lugar —puede ser una hora o más— mi organismo se adapta despacio al nuevo entorno, y la alergia va mermando hasta que para.
Muchas personas que sufren rinitis declaran que comienzan una crisis en el momento que entran o salen de una tienda, un edificio o una casa.
En la naturaleza, no estaríamos expuestos a estos súbitos cambios de ambiente. El polen en el aire aumenta progresivamente en un entorno natural, así que los animales son capaces de adaptarse despacio.
Nuestro organismo reacciona contra los cambios. Una buena reactividad a un repentino entorno hostil puede salvar la vida en muchos casos, como en la rana sumergida en agua hirviendo. Probablemente, un compromiso entre una adaptación y una reacción sería óptimo.
¿Por qué los hipersensibles tenemos un nivel de adaptación tan bajo? Una explicación es que hay una predeterminación genética sobre la estrategia que un organismo desarrollará frente a una condición que cambia repentinamente; si se rebelará contra ella o si la aceptará.
Como se ha visto en la teoría de la toxemia, los factores debilitantes o enervantes sobrecargan las vías normales de eliminación, por lo que necesitamos recurrir a las vías extraordinarias cuando estamos expuestos a ciertos agentes, lo cual se manifiesta como una reactividad. Según esta hipótesis, podríamos desensibilizarnos reduciendo la toxemia.
Desensibilización por reducción de la toxemia
Las personas hipersensibles tienen, en general, un nivel de tolerancia muy bajo, pero, aun así, es posible rebajar la hipersensibilidad.
Yo logré hacerlo. He padecido SQM (sensibilidad química múltiple) durante muchos años, pero ahora ya no sufro esta condición, siempre y cuando siga un estilo de vida sano. Todas las alergias e hipersensibilidades que tenía desde pequeña han desaparecido prácticamente por completo.
Lo que hace posible disminuir la sensibilidad es la reducción de la toxemia, la cual es posible controlar. Si se mantiene bajo un cierto nivel, entonces podemos hacer frente a los agentes externos a los cuales somos sensibles más fácilmente, porque el cuerpo no está ocupado con la eliminación de la carga toxémica diaria, y puede disponer de mayor energía vital para suprimir los agentes alérgenos.
Es decir, no controlamos, hasta cierto punto, el entorno o los factores desencadenantes: el polen, el polvo, los productos químicos, el ruido, la contaminación, el humo, etc. Pero sí los elementos debilitantes; lo que comemos, el ejercicio que practicamos, las horas que dormimos, etc. Si mejoramos nuestro estilo de vida y la nutrición, entonces somos capaces de hacer frente con menos dificultad las adversidades de la vida. Y lo mismo se aplica desde el punto de vista emocional; no controlamos las acciones y palabras de otras personas, pero podemos aumentar nuestra resistencia frente a sus agresiones.
Impacto de otros factores. Los límites de la nutrición
En higiene natural se considera que hay muchas causas, además de la nutrición, que juegan un papel importante en el estado de nuestra salud. Por ejemplo, el Dr. Klein menciona treinta elementos, que se encuentran en su libro Self healing colitis & Crohn’s (76).
Variar los hábitos alimenticios es uno de los pasos que tiene un efecto positivo más importante en el nivel de energía vital, pero hay muchos otros elementos que poseen un fuerte impacto negativo, de forma que todos los esfuerzos realizados en la mejora de la nutrición pueden ser en vano.
Un ejemplo de esta situación es el caso de un niño llamado Neil. Sus padres me consultaron porque sufría fuertes crisis asmáticas de manera casi diaria, y la mayoría de ellas acababan en el hospital. Por supuesto, estaban asociadas con problemas gastroenterológicos como reflujo gastroesofágico, dolor de vientre, inflamación, flatulencia, heces descompuestas y también insomnio, desórdenes del comportamiento, dermatitis, dolor de cabeza, de espalda y fatiga.
Después de seguir los cambios realizados en su alimentación que le indiqué, la mejora aún no era satisfactoria. Tan solo había reducido ligeramente su dermatitis, fatiga y dolores.
Creo que la nutrición no dio los resultados esperados porque estaba tomando medicinas para el asma a diario. Las medicinas añaden tanta toxemia que la cantidad de energía vital empleada para eliminarlas del cuerpo es inmensa, y no queda prácticamente energía vital para la realizar la digestión. Entonces, toda la comida que se toma, incluso si es sana, se convierte en desechos que aumentan todavía más la toxemia. Además, el malestar de la eliminación impide tener un buen descanso y sueño, lo cual mengua, a su vez, la energía vital. Es un ciclo que desafortunadamente no pudimos romper. La única solución era o bien discontinuar la medicación o hacer un ayuno, pero ninguna de las dos opciones podría ser contempladas, porque pueden desencadenar problemas con el sector médico, y porque, de todos modos, los padres lo rechazarían.
Algunas toxicidades, como la que procede de las medicinas, produce un daño tan importante en la salud, aumentando la toxemia a niveles tan elevados, que cualquier esfuerzo de mejorar la salud no obtiene resultados visibles.
Me he encontrado en esta situación en otros casos: tiroiditis de Hashimoto, epilepsia e hipertensión. En todos ellos, la persona se encontraba bajo una medicación que impedía cualquier mejora a través de la nutrición.
Se comprende mejor esta limitación con un ejemplo matemático. Imaginad que seguir una alimentación ideal mejora la salud en cien puntos y tomar una medicina la empeora en un millón. Está claro que el impacto de una buena nutrición no será perceptible mientras se esté tomando la medicación. Lo mismo sucede con cualquiera de los factores debilitantes que tienen un impacto importante sobre la salud.
El ayuno
«El ayuno: El mejor remedio de la naturaleza», Albert Mosséri (77).
El ayuno es, sin duda, el mejor método para sanar la mayoría de enfermedades; se ha demostrado ya su efectividad (78, 79, 80).
Personalmente, nunca he ayunado durante más de cuarenta y ocho horas. Pero si alguna vez sufriera una enfermedad grave, creo que el ayuno será mi primera opción.
Orienté en una ocasión a una persona en un ayuno hídrico prolongado de veinte días —sin comer, solo agua—, y no obtuvimos los resultados esperados. No soy partidaria de ayunar si no es realmente necesario, debido al gran sacrificio que representa, a menos que ella esté convencida de hacerlo.
Las personas hipersensibles no necesitan hacer ayunos prolongados, normalmente, de más de dos días, porque las hipersensibilidades se dan como consecuencia de tener un sistema inmune y un sistema de detoxificación que son hiperactivos. Nosotros no almacenamos toxicidad en nuestro cuerpo, sino que el organismo encuentra vías alternativas para deshacerse de las sustancias perjudiciales; incluso algunas inocuas también son atacadas por nuestro sistema para ser expulsadas.
Así que no necesitamos tratamiento de detoxificación de ningún tipo: juicing, hidroterapia, hierbas, ayuno, etc. Nuestro organismo se desintoxica de forma natural, ¡incluso a veces en exceso! Podríamos decir que es como si nuestro organismo estuviera obsesionado con la limpieza; no es por casualidad que muchos de nosotros tenemos manías con la limpieza y el orden…
Cualquier terapia de desintoxicación va a empeorar más nuestras sensibilidades.
La clase de ayuno que practico regularmente, y que aconsejo hacer, es el ayuno intermitente. La mayoría de los días tomo una comida al día, entre las 12 p. m. y las 4 p. m. Creo que este horario es el que resulta mejor para la salud, según mi experiencia. Cuando aumento el número de comidas a dos veces al día, por ejemplo, incluso si distribuyo la misma comida entre las dos, mi descanso nocturno se ve perjudicado y no me siento tan bien al día siguiente; empezando con rinitis por la mañana.
Descansar y dormir
Tenemos la idea equivocada de que la comida nos suministra energía, pero esto no es correcto. El Dr. Douglas Graham explica muy bien la diferencia entre energía y combustible:
«En la ciencia de la salud […] el término “energía” se define como una corriente eléctrica de bajo voltaje producido por nuestro cerebro durante el sueño, la cual corre por nuestro cuerpo vía el sistema nervioso (también conocido como energía nerviosa vital). Cuando se está despierto, se utiliza la energía nerviosa más rápidamente de lo que el cerebro puede producir. Por lo tanto, al final la energía se agota. Después de procurar un tiempo apropiado de sueño, uno se despierta recargado y lleno de energía nerviosa.
Por otro lado, la comida se refiere como “combustible”. Necesitamos consumir combustible por tres razones principales: nutrición, hidratación y placer. Mediante el proceso de digestión, quemamos combustible (comida) parar liberar su propia energía potencial y utilizarlo para nosotros. Durante este complicado proceso, obtenemos una ganancia neta de energía utilizando nuestra propia energía nerviosa para liberar el potencial en la comida».
Así que la energía liberada por la comida y la suministrada por el descanso y sueño es diferente; una no reemplaza la otra.
La mejor medicina a la que recurría para aliviar una crisis alérgica era tomar un descanso. A veces, cinco minutos eran suficientes para cortar un ataque de alergia, otras, necesitaba más tiempo y tenía que repetirlo varias veces al día. Es muy importante que durante el descanso los ojos estén cerrados; no es necesario entrar en meditación, pero sí relajarse.
Puedo imaginar diversas explicaciones al hecho de que descansar sea tan buen remedio:
Cerrando los ojos y no haciendo nada permite una reducción del gasto de energía, lo cual hace aumentar la energía vital y, por lo tanto, reducir la toxemia.
Descansando el cuerpo, el sistema inmune y los sentidos descansan, como sucede cuando dormimos. Todas las actividades de la vida son más o menos estresantes y esto lleva a un sistema inmune hiperactivo en personas hipersensibles.
Los hipersensibles son muy sensibles al mundo; es como si el mundo nos «hiriera». Cuando apagamos la percepción con nuestros sentidos nos sentimos mejor. Además, dedicamos más energía al sistema nervioso y gastamos una gran cantidad en el procesado de la información que procede del mundo por los sentidos, sobre todo con las imágenes. Este alto procesado nos proporciona una muy buena percepción, con muchos detalles, y somos capaces de prestar atención a muchos sucesos que se dan al mismo tiempo. Pero esto es a costa de una gran cantidad de energía vital, la cual no está disponible para otros procesos fisiológicos, como la neutralización y supresión de la toxemia mediante las vías normales de eliminación.
Source:
Gemma Calzada (ES)
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